viernes, 2 de enero de 2009

El amor cubre multitud de pecados...


Restaurar un corazón, restaurar una relación, restaurar una vida... La única manera de lograr esto es dejarse "tratar" en las manos del Maestro. Mi pasado esta copado, como muchos, en heridas procedentes de desilusiones y por sobre todo abandono. Quizás lo último es lo que poco a poco Dios, de una y mil formas, ha sacado a luz en diferentes situaciones para lograr cerrar por siempre la herida. Qué frágil podemos ser y no darnos cuenta, producto de las murallas que levantamos. Pero que hermoso es ver que nuestro "amigo consolador" tan fiel y leal, pone nombre a cada dolor, a cada desilusión, a cada trato en nuestro caminar.

Hoy recordaba las líneas que escribió un amigo, tan certeras en su declaración, dice: "Un martilleo, una lágrima, otro golpeteo, saltan mil preguntas, otros dos martilleos. Al fin la obra maestra está acabada. Duele crecer, madurar. El trato del Maestro no siempre es grato: nos confronta, nos quebranta, nos hace llorar, pero qué dulce son las lágrimas cuando brotan de un corazón tocado por la mano de Él, que nos lleva a ver cómo somos, y lo que seremos al final de este trato, lo que siempre soñó que fuéramos..." Es por eso que a pesar de nuestro peregrinar en esta tierra, nuestra Esperanza, nuestra meta final es Cristo.

¿Qué sucede si no logramos alcanzar nuestros sueños, nuestras metas? O quizás pensar que hay otras cosas por las cuales preocuparse en esta vida. Sin duda comenzamos a dar pasos muy alejados de la Buena Voluntad de Dios. Y se hace realidad poco a poco lo que dice Proverbios 13:12a "La esperanza que se demora es tormento del corazón". Y es así como continuamos hasta que de alguna forma Dios se manifiesta a través de una Palabra, un amigo, etc. Él sabe cómo tocar nuestro corazón, nos conoce y con paciencia comienza a encaminarnos por la vereda correcta.
"Busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios" (Colosesnses 3:1), un mandamiento directo para que pongamos nuestro corazón en el cielo. Y es ahí donde siempre debe estar nuestro corazón, cuando lo tomamos nuevamente en nuestras manos se pierde el norte, quedamos a la deriva e intentamos arreglar las cosas a nuestra manera. Nos desgastamos y hacemos daño.

Te invito a que medites en qué cosas has estado últimamente abrazando dejando de mirar el norte que es Cristo Jesús. Pídele al Espíritu Santo que escudriña hasta lo profundo del corazón, que muestre poco a poco a aquello que hoy está impidiendo que escuches y reconozca la Buena Voluntad de Dios.
Y recuerda..."Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios", (1 Corintios 2: 9b-10).